A veces, cuando la oscuridad se apodera del tiempo, y ve lo mismo cerrando los ojos que manteniéndolos abiertos porque hasta las estrellas tienen miedo de la seguridad con la que ella mira la luna, como diciéndole que esta vez nada va a pararla, que es su momento de brillar, y hasta llega a desafiarla en alguna ocasión; en esos momentos en los que el silencio le puede a todo, comprende que hay sueños que sí se hacen realidad.
Y es que nunca le gustaron las cosas fáciles, pero a veces desearía con todas sus fuerzas poder abrazarle en una de esas noches. Aunque saber que no se irá hace que duela menos, y hace que todo de menos miedo, que suene menos estúpido, y hasta justifica esas sonrisas que le salen del alma cuando toda la ciudad duerme. Qué cojones, lo justifica todo. Porque que alguien te conozca a la perfección y que aún así siga queriendo quedarse, es precioso.
Ahora ella sabe que si le encantan las noches es porque puede compartirlas con él. Y porque recuerda sus brazos arropándola, y ver amanecer desde la ventana, como riéndose del mundo, como sintiéndose mejores que todos. Y no lo son, pero a veces hasta lo parece. Porque se quieren tanto... Se quieren tanto que nadie se fijaría en la luna llena de envidia, teniendo sus cuerpos desnudos bailando el mejor de los bailes. Y riendo. Siempre riendo.
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