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domingo, 19 de octubre de 2014

De esas a las que acabas debiéndole la vida.

Es de ese tipo de chica en la que piensas cuando alguien dice 'invierno'.
De esas que no dicen 'te quiero' hasta que no se les quema el alma, de las que se emborrachan y te llaman diciendo que eres gilipollas. Es de las que no se tiran la vida sonriendo, pero cuando lo hacen, ninguna mirada puede ir dirigida a otra cosa que no sea ese blanco arco perfecto perfilado de rojo.
Ama el café, quizás porque ha visto miles de amaneceres preciosos por su culpa, aunque su fregadero esté cansado de tragarse la taza que siempre hace de más. Anda con los pies descalzos y de puntillas, pero eso no quita que pise fuerte allá donde vaya, porque lo hace, y a veces hasta retumba el suelo cuando pasa, el suelo o su risa, pero se va y la recuerdas.
Puede follarte en un portal el mismo día que te pega una hostia porque le tocas el culo. Es de esas que vive, que sabe vivir, y que llena de vida lo que toca. Sin enseñar, provoca ataques de pánico, vértigo. Es capaz de mirarte y dejarte casi tan helado como ella, y de besarte y poner celosa a la llama más viva en una hoguera de media noche. Sabe quién es, y eso es lo que la hace ser de verdad.