Vistas de página en total

lunes, 7 de abril de 2014

La vida va de locos que se hacen falta.

-¿Por qué no me dejas sentarme en aquel banco y no recordarle? - Preguntó ella.
Y nunca hubo respuesta, porque tampoco existía. ¿Qué culpa tenía su subconsciente de que tan poco hubiera significado tanto para ella?
Lo cierto es que hay días en los que se ve capaz de seguir sin esa pequeña dosis de él que le estuvo dando la vida durante tantas tormentas. Hay momentos en los que siente que verdaderamente no necesita que esas jodidas mariposas revoloteen en la tripa de la que él se apropiaba en cualquier lugar, por la que sus dedos bajaban y ella subía al puto cielo. Pero cualquier día, cualquier calle se convierte en especial porque se cruzan. Y ambos se dan cuenta de que nunca encontrarán a nadie que les haga sentirse así, pero no son capaces de decir 'te quiero' sin sentirse imbéciles. Y se preguntan qué son, qué son el uno sin el otro. Y tampoco hay respuesta, o sí, pero ninguno de los dos se ve con la suficiente fuerza como para afrontar que la respuesta sea 'nada'.
'Absolutamente nada', se pudo entrever en las lágrimas que caían sobre aquel banco.
'Qué estúpida soy, ¿cómo no voy a recordarle? Si jamás me había sentido tan viva como cuando me miró a los ojos. Tan grande y tan pequeña. Voy a hacerlo, voy a decirle que le echo de menos, ¿a quién mierda quiero engañar? En la vida había añorado tanto nada, y me siento más imbécil callándome algo tan grande que diciéndoselo después de darle dos besos en vez de uno.'
Le dio la última calada a su Malboro y se pintó los labios de rojo, para sentir que de verdad podía hacerlo. 
Y pudo, quién sabe por qué fuerza externa. Quizás porque tenía demasiado claro que jamás volvería a poder decir 'te quiero' sin articular una sola palabra si no era él quién le respondía con un 'yo más enana' escondido en la sonrisa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario