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martes, 3 de marzo de 2015

Por las cosas difíciles.

Nunca le gustaron las cosas difíciles, y claro, ¿quién iba a pensar que conmigo haría una excepción? ¿Quién iba a pensar que cuando la cuesta se empinara, se secaría el sudor y seguiría corriendo? ¿Quién iba a pensar que yo iba a ser su ''no te rindas, gilipollas, que esto sí vale la pena''?
Pues yo. Yo lo pensaba. Y qué fallo, o qué acierto.
Qué muerte, pero cuánta vida, cuánta me diste y cuánta daría.
Que sí, que abandone, pero ¿cómo abandonar lo único que siempre logró que no lo hiciera? ¿cómo dejar de soñar que me despierto contigo?
Fácil nada. Y cómo duele. Difícil todo. Y cómo faltas.
Duele porque yo sí creía en la vida contigo, y porque, precisamente, sólo la vida contigo era lo que me hacía creer en la vida, en que de verdad servía para algo; y es que hacerte sonreír me hacía sentir capaz, viva.
Ahora entiendo a todos esos que decían que hay mucha diferencia entre vivir y que pasen los días. Vivir eras tú, ahora sólo se ríe de mí el reloj.
Pero a veces no funcionan los frenos que te empeñas en echar. A veces nos desabrochamos el cinturón y nos pasamos a la parte de atrás, y que conduzca otro. En esos días sí hay sol. En esos días sí hay vida. En esos días sigo siendo la única que piensa en ser tu excepción, en secarte el sudor y correr detrás de ti por la cuesta que nunca estará demasiado empinada, en que valemos lo suficientemente la pena como para ser la única que lo piense. En esos días sigo siendo la única que intenta que empieces a odiar un poco menos las cosas difíciles.





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