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viernes, 21 de febrero de 2014

Nunca nos perderemos mientras sepamos que nos tenemos.

Te busqué en cada sueño, en cada amanecer y en cada beso que robé a todos aquellos que se creyeron capaces de  hacerme sentir lo mismo que tú, vaya ilusos ¿eh? Le pregunté a la Luna por dónde ibas, si ibas a tardar mucho en venir o si tenía que salir yo a buscarte otra vez y ¿sabes qué me dijo? Me susurró, en un tono tan tenue que apenas pude entenderlo, que ya habíamos perdido demasiado tiempo.
Así que eso haré, le echaré cojones por los dos, te buscaré, esta vez en nuestro banco, y sé que allí sí te encontraré, y terminaremos de rallar nuestros nombres en el árbol viejo de la esquina, y me cogerás de la mano y me dirás que nadie te ha llenado nunca como yo, que me recordabas hasta cuando estabas tan ciego que no recordabas ni quién eras tú mismo, que se te nublaba la vista y te venía mi risa a la cabeza, y que un día casi te volviste loco, y luego me besarás, me besarás y volveré a enamorarme de ti, como cada vez que me desnudas y te quedas callado, porque dices que sobran las palabras. Y nos querremos, como nos queremos ahora, o quizás más, quién sabe, pero nos querremos, como ningún gilipollas de esos que cada día se prometen el cielo se acercará a querer nunca a nadie.
Y eso es lo que me hace feliz, tener la certeza de que, juntos, siempre existiremos.


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