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domingo, 4 de agosto de 2013

Cuando no queda más remedio.

Nunca le gustó destacar, aunque a veces sí lo hacía, y lo cierto es que sí le gustara que la profesora le sonriera sin que los demás miraran, como diciéndole 'muy bien, estoy orgullosa de ti'. Nunca le gustó llamar la atención, pero sí que ese chico la mirara, y que esas miles de mariposas que había en su estómago comenzaran a revolotear todas a la vez cuando lo hacía. Nunca quiso ser más que nadie, pero eso no significaba que alguien pudiera ser más que ella. Siempre se mantuvo en su lugar, sin dar demasiados pasos seguidos hacia delante pero sin dar uno solo hacía atrás, con sus ideas bien claras y su sonrisa en la cara. Sí, a veces lloraba, para qué mentir, pero solo lo hacía delante de los que sabía que iban a saber abrazarla en el momento justo. Jamás mintió, siempre había odiado las mentiras, porque siempre supo que, como decía su abuelo, 'se pilla antes a un mentiroso que a un cojo'. Simplemente era ella, una chica sencilla que nunca supo bien cómo actuar, que improvisaba, que se equivocaba, quizá demasiado, pero que siempre aprendía. La que nunca se tomó las cosas demasiado en serio, hasta que no tuvo más remedio que hacerlo. La que ahora llora escribiendo esto, como una estúpida, porque sabe que este es uno de esos momentos, uno de esos momentos en los que no te queda más remedio que madurar.

2 comentarios:

  1. Es super precioso, te agradeceria que me pasases por mi blog: http://mejoruninfinitoqueunsiempre.blogspot.com
    Gracias :)

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